lunes, 30 de julio de 2012

Y la donación es para...

Como ya os adelantaba antes de partir rumbo a Gales, parte de esta aventura tenía un componente solidario, y mi compromiso antes de empezar fue donar un euro por kilómetro caminado en este reto, lo que ascendería aproximadamente a 300 €. La verdad es que no sé si he llegado a caminar toda esa distancia por completo, pero eso ahora no importa demasiado. Incluso si hubiera recorrido tan solo un kilómetro, hubiera donado la misma cantidad. Ahora, una vez de vuelta, viene la decisión más difícil, que es decidir a quién donar esta cantidad. He recibido varias propuestas entre los lectores del blog y a través de facebook, y mi intención como muchos sabéis era hacer un sorteo para dilucidar quién sería el agraciado. Sin embargo, y siguiendo ese carácter impulsivo del que os hablaba hace pocos días, he cambiado finalmente de decisión y donaré esa cantidad basándome en la cabeza y sobre todo, cómo no, el corazón.

Así pues, la donación irá a parar a la Fundación CRIS Contra el Cáncer. Se trata de una organización independiente y sin ánimo de lucro dedicada al fomento y desarrollo de la investigación para la erradicación del cáncer. Soy plenamente consciente de que no es mucho dinero, pero grano a grano se hace una montaña. Y soy también consciente de que había otras muchas opciones de las que os hablaré luego, pero esta ha sido mi decisión.


Aunque todas las donaciones son buenas por sí mismas y no necesitan de razones, sí que me apetece en este caso comentaros qué me ha llevado a tomar esta decisión.

La primera razón para elegir esta fundación, es la razón de la cabeza. Porque creo firmemente que sin investigación la medicina seguiría anclada en aquellos siglos oscuros donde no se podía curar prácticamente ninguna de las enfermedades que hoy conocemos. No existirían los sofisticados medicamentos ni los tratamientos preventivos y paliativos si antes no hubiera existido una profunda investigación. Y por supuesto no existirían ni los aparatos de rayos X, ni los modernos equipos TAC, ni toda la avanzada tecnología que hoy vemos en los hospitales y que tantas y tantas vidas salva. Y hoy más que nunca, los recortes en I+D hacen cada vez más difícil esta clase de investigaciones, y creo que este tipo de iniciativas merecen una oportunidad.

La segunda razón es más personal, más importante y más profunda, y es la del corazón y los sentimientos, y es que el cáncer, como seguramente os ha ocurrido a muchos de vosotros, se ha llevado a algunos de mis seres queridos en los últimos años, y esto siempre marca. El corazón me dice que colaborar con la lucha contra esta plaga de nuestra época será un muy buen destino para el donativo.

No obstante, amigos, y aunque sé que la situación está jodida y que para algunos no es posible en estos momentos, desde aquí os animo a los que podáis, a realizar alguna donación, haceros socios, o simplemente arrimar el hombro en cualquier asociación, fundación u ONG que realice una labor que consideréis interesante… Hay muchas, muchísimas. Entre las propuestas que recibí estaba por ejemplo entre otras, Médicos Sin Fronteras, que realiza sin lugar a dudas una impagable labor en todo el mundo y que es una de las ONG más respetadas y valoradas por la sociedad. Pero también había otras propuestas como la Fundación Vicente Ferrer, Save the Children, ACNUR… así como otras asociaciones de carácter más local de padres de niños con enfermedades, de ayuda a los niños con discapacidades, etc. Todas estas y otras muchas más que podéis encontrar en vuestra región, en vuestra ciudad o incluso en vuestro barrio son merecedoras de apoyo. No dudo que para todas podría haber encontrado también dos, tres, cuatro o infinitas razones para entregar la donación, pero sólo podía elegir una.

Nada más, esto es todo por hoy. Pronto vendrán unas espectaculares e inéditas fotos del viaje por Gales, pero antes tendré que elegirlas entre más de mil, lo que con seguridad me resultará incluso más difícil que la elección anterior.

Hasta la próxima semana,

Un abrazo para todos.


viernes, 27 de julio de 2012

Punto...y seguido

Jueves 26/07/12. Etapa 12 (y última). Tenby-Amroth. 11,9 km recorridos. Tiempo ruta: 3h 23m

"I've seen things, people, you wouldn't believe..."

Con el comienzo de la secuencia más memorable de Blade Runner, una de las obras maestras del cine, empiezo hoy la última entrada del blog escrita desde tierras galesas. Y menciono esta cita porque en este viaje he visto y sentido cosas que cuesta imaginarse si no se viven. Pero vamos a empezar por... el final. ;)

Esta mañana, en el día más caluroso y soleado que recuerdo desde que llegué aquí, y exactamente a las 12:23 (hora local), tocaba con mis manos las placas metálicas que indicaban que había llegado al final del camino. Ha sido un momento especial, y aunque podía haber pegado un grito de euforia, no lo he hecho, entre otras cosas porque había al lado dos abuelitas sentadas en un banco, y no era tampoco plan de producir algún infarto.... Es cierto que no he experimentado la profunda emoción que sentí al llegar a Santiago de Compostela, porque aquello fue algo muy diferente e irrepetible, pero sin embargo tengo la sensación que la satisfacción interna, y sobre todo las "secuelas" positivas de este viaje, llegarán con un cierto retraso, como esos vinos que primero hay que airear en un decantador para poder saborear luego intensamente todas sus esencias.



Y como cada vez que finalizo un reto, un desafío, o cumplo una meta, incluso por muy pequeña que sea, experimento una especie de sensación interior parecida a una renovación. A veces diminuta y casi insignificante, y a veces mucho más grande. No siempre es evidente, y muchas veces ni siquiera me doy cuenta de ello. Lo sentí firmemente cuando hice el Camino de Santiago, aunque no en el mismo instante de acabar. Como decía en aquellas crónicas peregrinas, seguía siendo el mismo, pero hay cosas intangibles que no te llegan hasta tiempo después.

Las pequeñas metas y retos hacen la vida mucho más llevadera, y la llenan de significado. Pero no tiene por qué ser así, porque cada uno vive su vida de la manera que quiere, o de la que puede, y lo último que quisiera es crear aquí dogmas de fe. Desde este blog el lema de VIVE Y DEJA VIVIR se lleva hasta sus últimas consecuencias, porque el respeto debe estar por encima de cualquier creencia. En cualquier caso, no siempre me marqué desafíos. O al menos no conscientemente. Pero sí que actué casi siempre por impulsos...

Y es que el instinto y sobre todo la impulsividad forman parte de mi forma de ser. Y pese a que a veces es irracional, soy muy feliz con este modo de vida. Esta irracionalidad me ha proporcionado momentos maravillosos e increíbles que jamás creí poder vivir, y también momentos personales muy duros donde no me gustaría volver, pero también creo que no existe lo uno sin lo otro.

Para mí, eso es el efecto wanderlust. Bueno, o no. O sí y muchas más cosas que es difícil definir aquí con palabras. Y si con esta actitud también consigo hacer feliz, o al menos hacer sonreir a la gente que tengo alrededor, pues muchísimo mejor. No siempre consigo que todos se sientan bien, y a veces, cuando actúas guiado por tu instinto, también causas inevitablemente daño a personas a las que quieres. No penséis que todo en mi vida es de color de rosa...

En fin, ahora lo que quiero es volver a casa, y descansar un poco. Mañana viernes llego a Londres, curiosamente el día de la inauguración de los Juegos Olímpicos. Interesante coincidencia. Y el sábado, estaré ya en mi Pucela natal. Por desgracia, el lunes me toca también la vuelta a la oficina, pero las vacaciones han sido tan intensas que mentalmente estoy muy descansado (físicamente no diría exactamente lo mismo...). Además, tengo la suerte de tener grandes compañeros que te hacen la vida un poco más fácil y agradable, y algunos de ellos además estarán leyendo estas líneas, lo que me llena de alegría.

Pensaba enrollarme ahora mucho con los agradecimientos, pero ya sabéis que estoy infinitamente agradecido a TODOS y si os menciono uno por uno me cerrarían el blog por utilizar demasiado texto...

Gracias a mi padres y a mi hermano. Tengo una familia que no la cambiaría por ninguna otra de este planeta. Ahí han estado, todo el día, preocupados y pendientes, y el sábado estaré ya comiendo una buena comida casera con ellos. ¡¡Se acabó la comida británica!! Gracias a mis muchos primos, tíos, etc... que sé que me quieren mucho y que me consta que algunos de ellos han seguido fielmente las crónicas de este blog. Gracias a los amigos, a los que siempre están ahí, a los que veo mucho, y a los que veo poco pero que saben que les llevo muy dentro. Sin vosotros mi vida no sería tan maravillosa. Prometo hace un esfuerzo para estar con vosotros más a menudo. Gracias a los compañeros que como decía antes me hacen la vida más fácil en la oficina, y que no les importa tener un tío un poco loco alrededor suyo. Y gracias a Szilvia, mi dulce chica magiar, que fue la primera en animarme a realizar esta aventura, y que ha estado al pie del cañón desde sus vacaciones en Hungría día tras día subiendo al Blog y a Facebook las crónicas y fotos que la enviaba por email cada jornada. Ella es mi mayor y mejor apoyo. :)

Y... ¡os recuerdo que esto no se acaba!! El blog continuará a mi vuelta, pero con entregas semanales o quincenales, hablando como siempre de aquello que se me ocurra o me parezca interesante, aunque antes, en los próximos días, intentaré poner algunas fotos inéditas del viaje (solo tengo 18 GB de videos y fotos...).

Os dejo con las fotos más tontas del viaje. Reírse de uno mismo es muy sano. Os lo aconsejo a todos. Espero que paseis un buen rato...











Besos, abrazos, paz y mucho amor.

Hasta muy pronto.

jueves, 26 de julio de 2012

11

Miércoles 25/07/12. Etapa 11. Bosherston - Tenby. 31,2 km recorridos. Tiempo ruta: 9h 34m

Parece mentira, pero ya llevo 11 días caminando por esta increíble ruta, de perfil mucho más duro y extremo de lo que supuse en un principio, pero más espectacular también de lo que había pensado cuando empecé, y que me ha permitido ver cosas maravillosas y conocer gente fabulosa.

Y me quedan tan sólo 11 kilómetros mañana para llegar a Amroth, destino final, para cumplir este reto personal, un desafío con un importante significado personal, mucho más allá de enfrentarse a los límites de uno mismo, tanto físicos, como emocionales, estos últimos a veces más duros que los primeros.

Hoy me vais a permitir que me tome un respiro y solo ponga algunas fotos. Ha sido muy duro, de mucho coraje, de pasarlo mal, y por qué no decirlo, de echarle un par de huevos y darlo todo cuando más hacía falta, así que esta vez, sin duda, me lo merezco. :)))

See you tomorrow. Gracias por seguir ahí.

















miércoles, 25 de julio de 2012

Sensatez, asfalto y... ¡fuego de artillería!

Martes 24/07/12. Etapa 10. Freshwater West Beach - Bosherston. 17 km recorridos. Tiempo ruta: 4h 55m

Por una vez la sensatez (la poca que tengo) venció al impulso de no ceder ni un solo kilómetro de los previstos, y pedí a Mave, la mujer que lleva el B&B, que me adelantara con su coche hasta Freshwater West Beach, evitándome los 15 primeros kilómetros por la dura costa. Aunque mis pies se han levantado un poco más descansados, las ampollas no presentan mucho mejor aspecto (aunque es cierto que algo han mejorado), el dolor sigue ahí y además sigue siendo todavía bastante punzante. Me he tomado dos aspirinas con el desayuno, que quizás han servido un poco como efecto placebo y al menos han hecho que me olvidara de los pies por unos cuantos kilómetros. Lo que está claro es que con toda seguridad no hubiera podido realizar los 32 km previstos para esta jornada. Era demasiado. En fin, los que me conocéis sabéis que no es habitual que actúe con racionalidad en estas cosas, pero ya sabéis que desde hace unos días no voy tan bien como me gustaría. Os aseguro que son decisiones que cuesta tomar. Sé que no tengo que demostrar nada a nadie, y que esto es una aventura para disfrutarla, pero a veces el orgullo es muy fuerte y 15 kilómetros en coche me han dolido casi tanto como las ampollas...

Una vez en Freshwater West Beach, y puesto que era aún muy temprano para empezar a caminar, me he sentado tranquilamente en la playa, viendo como poco a poco empezaban a llegar las furgonetas repletas de tablas de surf. Por lo que se ve, esta es una de las playas favoritas para este deporte. He presenciado in situ las clases de iniciación, y me he reido un buen rato viendo a la niña más pequeña del grupo, que apenas podía con la tabla cuando ha entrado al agua. Reconozco que me han dado envidia.



He charlado un rato con los salvavidas, a bordo de sus flamantes quads y con sus propias tablas. Hoy estaban nerviosos porque iban a venir numerosos cursos de iniciación para niños (y no tan niños), y eso supone mucho novato que vigilar. De todas formas no me cabe duda que si alguien tiene problemas en el agua estos chicos actuarán rápidamente, eso sí, que nadie vaya a ellos con una ampolla, que ya sabéis la historia... ;)



Después de pasar más de una hora absorto en la contemplación del ambiente surfero, de cómo las familias de los niños hacían fotos a diestro y siniestro, y tras tomarme una cocacola en la furgoneta junto a la playa, me he dispuesto a emprender rumbo a Bosherston. Hoy era sin duda un día de verano de los de verdad. Sol radiante, unos 25 grados, casi sin viento. Eso sí, aquí siempre la humedad es muy alta, razón por la que creo que sudo muchísimo más de lo que pensaba. Pues con estas condiciones meteorológicas he comenzado a caminar por la carretera. Y digo por la carretera porque los 17 km de hoy han sido íntegramente por asfalto, algo que mis doloridos pies han agradecido. No estoy seguro que hoy hubieran soportado el duro camino junto a los acantilados, con piedras, rocas, todavía barro... Además, la ruta no presentaba excesivas subidas o bajadas, lo que también ha sido una ayuda. Tampoco son carreteras muy concurridas. Apenas tres o cuatro coches cada media hora.



Esta jornada presentaba una característica muy especial. Ya había leído varias veces en la guía  as explicaciones sobre los campos de entrenamiento del cuerpo de artillería del ejército británico. Hay kilómetros y más kilómetros reservados a entrenamiento y maniobras militares. Así que me sabía muy bien las reglas. Si hay banderas rojas, no queda otro remedio que bordear toda la zona. Y así ha sido. Nada más abandonar la playa, he visto la primera bandera roja, y a partir de ahí, he oido disparar tiros, armas pesadas, ametralladoras. Bueno, realmente no sé ni lo que era, pero se oía continuamente diferentes sonidos de fuego. He visto helicópteros como los que salían en la guerra de Irak. Y he visto señales que, la verdad, asustan un poco... Me quedo sin duda con la que dice "no toque ningún resto porque puede explotarle y matarle". Casi nada. Claro que tampoco está nada mal la señal que dice "peligro, fuego de armas repentino".





Bueno, como es evidente, he llegado sano y salvo a mi destino. Antes de entrar en Bosherston, he pasado por la ermita de St Govan, situado en un acantilado. En la foto no se aprecia bien porque está hecha desde abajo, pero la ermita está encajada entre las rocas de manera increíble. Dicen que las partes más antiguas datan del siglo VI, algo no suficientemente probado, aunque la estructura actual parece ser hecha por los monjes en el siglo XII. Digo yo que qué se les habría perdido en ese recóndito lugar, a merced del agua, del viento, y según cuentan las leyendas por aquí, de los piratas.



Dice precisamente una de las leyendas que la campana de St Govan fué robada, y Dios para compensar a los monjes y suplir el ruido de la campana creó la roca en forma de dedo de Dios que podeis ver en la foto (está justo enfrente de la ermita), para que el sonido del viento pasando sustituyera al de la campana original.



En fin. Una leyenda más de las muchas que hay en el recorrido, y que normalmente no suelo contar aquí por falta de tiempo, pero que es evidente que me encantan.

La cena, lo habitual. Carne y el acompañamiento de siempre... La diferencia es que he cenado con Alan, un hombre de 67 años con una vida que muchos guionistas de Hollywood quisieran oír para filmarla. Pero de esto os hablo otro día, o mejor cuando vuelva, que hoy hay que descansar. Mañana, penúltima etapa hasta Tenby. Me esperan unos interminables 30km, muy duros y esta vez sí, por la costa. Veremos que pasa...

Besos y abrazos. Hasta mañana.

martes, 24 de julio de 2012

Los moscones, la tortuga y el helado de tres bolas

Lunes 23/07/12. Etapa 9. Neyland - Little Neath Barn B&B. 20 km recorridos. Tiempo ruta: 7h 50m

Cada vez falta menos, y cada vez tengo también, como es lógico, más cansancio. Hoy no me he encontrado bien, iba muy lento, y sobre todo, sin fuerzas. No sé muy bien por qué. He comido y bebido lo mismo que en días anteriores, pero sin embargo estaba sin energía, vacío, y he caminado todo el día como una auténtica tortuga. Una tortuga dolorida, porque el dolor de las ampollas sigue siendo un completo martirio.

En cualquier caso, aquí estoy, en una granja en el medio de ningún sitio. Neath farm, un sitio singular, donde me han recibido de nuevo extraordinariamente bien.

Pero empecemos por el principio. El día amaneció nublado, algo que mi piel ha agradecido enormemente. Sobre todo la de la nariz, que desde hace dos días se cae a trocitos. Sin embargo el sol no se ha ido del todo y ha estado jugando conmigo todo el día apareciendo y desapareciendo continuamente como por arte de magia. El caso es que después de dar las gracias a Sarah y a su marido, y decirles que era el mejor B&B donde había estado hasta ahora, he empezado la jornada, Al poco de comenzar la marcha, he cruzado un puente sobre el puerto de Neyland, y como podéis ver, estaba abarrotado de barcos. Un sitio precioso. Ahí os dejo la foto.



He seguido caminando unos pocos kilómetros por carretera (algo inusual hasta ahora) hasta llegar al enorme viaducto que ayer os enseñaba en la última foto. Nada de vértigo esta vez. Ya os dije que lo fundamental es que no se vea el fondo y no caminar muy cerca del borde, algo que he podido hacer sin problemas en este elevadísimo puente, de peaje para los coches.

Ha sido de nuevo un día muy raro en cuanto al recorrido. He pasado por muchas zonas sin camino delimitado, a través de campos ya cosechados con la sensación de avanzar todavía mucho más lentamente.



He pasado de nuevo, y hoy muchísimo más cerca, de una nueva refinería de petróleo. Imponente. He pasado de nuevo por debajo de sus tuberías al mar y afortunadamente no había ninguna pasarela que cruzar. Además, para hacer hoy el recorrido todavía más extraño, he recorrido muchos tramos por carretera, yo diría que en total 5 ó 6 kilómetros, algo que hace unos días era completamente impensable.



Por si fuera poco, me he encontrado con largos caminos rectos - pero no llanos - mucho más parecidos a los de Castilla que a los que he visto en días anteriores. Me pregunto dónde han quedado las playas y los acantilados...  Estoy seguro que estos otros caminos que os comento en estas líneas también tienen su encanto, seguro que sí, pero ya voy demasiado cansado como para apreciarlo.



He atravesado también como en días anteriores pastos para vacas, y os aseguro que no lo paso nada bien cada vez que cruzo estas zonas. De acuerdo, no son toros, pero son gigantescas, e imaginaros tener que caminar a través de estos campos y que las dichosas vacas se te pongan en el medio y empiecen a mugir desafiantes. Que sí, que ya lo sé, que no tienen cuernos, pero os quería ver yo a los de ciudad ahí en medio pidiéndole (muy educadamente, eso sí) a las "vaquitas" que se aparten de tu camino...

Pero sobre todo, lo peor del día además del cansancio y dolor ya habitual, han sido las moscas. Pero no hablo de moscas de las que molestan. No, hablo de moscas de las que pican. Joder si pican. Me he llevado hoy unos cuantos picotazos de estos moscones. Los peores en la nuca, ya de por sí irritada por el sol. Otro para de buen picotazos me los he llevado en la mano mientras hacía fotos. No me han dejado en paz en todo el día. Imagino que tras unos primeros días de lluvia, el sol de las últimas jornadas las ha despertado. Sólo espero que mañana estén un poco más tranquilas.

Así que entre la velocidad de tortuga que llevaba, y los moscones, la etapa se me ha hecho bastante pesada. A mitad de camino he cruzado una granja, donde me ha seguido un perrito ladrando (pero inofensivo) desde la misma entrada. He aprovechado para descansar un poco y tomarme una de esas barritas supercalóricas. Como el pobre perro se ha quedado al lado mío con carita de pena, al final le he lanzado un trozo de barrita, que más que barritas de cereales son ladrillos apelmazados, así que he tenido cuidado de no tirarselo a la cabeza por si acaso. Estaba seguro que el perro no se comería el trocito que le había lanzado, pero después de un buen rato olisqueando, al final se lo ha zampado. Imagino que estaba hambriento. ¿A que es majo?



Pues pocas más cosas ha tenido el día. Mave, la mujer que regenta el B&B, me ha acercado a una taberna típica cercana para que pudiera cenar, y luego me ha venido a recoger. La cena, un pollo con salsa de queso, patatas fritas, guisantes y zanahoria. Que curioso, aparte del pollo, el resto del acompañamiento igual que ayer, y que antesdeayer... Empieza a ser aburrido. Eso sí, que gran selección musical se escuchaba por lo viejos altavoces del pub mientras cenaba. Primero, ahí estaban los Blues Brothers con "I'm a soul man". Qué grandes y que pedazo de canción. Después ha sonado "Spanish Harlem", un gran clásico que adoro de la música soul, para dar paso a "Respect" de la enorme Aretha Franklin. Han sonado otras más, pero me quedo con las dos últimas: "Stand by me" de Ben E. King (aquí dudo del autor...) y para finalizar la insuperable "Sitting on the dock of the bay" de Otis Redding. No podía haber cenado en mejor compañía que todos estos clásicos de la música soul. Esto, junto a un helado de vainilla de nada más y nada menos que tres bolas, me ha subido un poquito el ánimo.

Bueno amigos, pues mientras me atravieso con aguja e hilo una y otra vez las ampollas (¡por fin tengo agujas!), y dejándo el hilo dentro para que se sequen (Jorge, gracias por recordármelo, el problema es que nadie me daba ni aguja ni hilo...), os dejo que descanseis, y os recomiendo antes de dormir un par de canciones que no han sonado hoy en la cena pero que son también absolutamente geniales: "Wonderful World" de Sam Cooke (no confundir con Wonderful World de Louis Amstrong, también gran canción) y "Save the last dance for me", que ahora mismo no me acuerdo si eran The Drifters quien la cantaban.

De nuevo tomo prestada la dedicatoria final, y os deseo sobre todo, paz y amor. Ahí es nada.

lunes, 23 de julio de 2012

El príncipe de las mareas tiene vértigo

Domingo 22/07/12. Etapa 8. Dale - Neyland. 26 km recorridos. Tiempo ruta: 7h 40m (+2h de espera a la bajada de la marea)

Hoy ha sido una etapa diferente, muy diferente de las demás, pero antes de nada, deciros que estoy algo mejor de ánimos que ayer. El dolor en las plantas de los pies sigue ahí, y me acompaña toda la etapa, pero se ha convertido en un dolor soportable, y sobre todo se mantiene. Preferiría que se fuera, pero me conformaré con que ya no vaya a más. Gracias por los ánimos. Me llegan y me ayudan. De verdad.

Os decía que la jornada ha sido distinta de las demás. Casi con toda seguridad la etapa más singular desde que comencé esta ruta, hace ya 8 días. Y ha sido así por dos razones. La primera, por las mareas. Sí, aquí en esta costa las mareas marcan la vida de casi todo el mundo. Con las mareas bajas las playas más espectaculares quedan al descubierto y la gente se acerca para pasar el día con la familia, para pasear al perro, para jugar con su coche deportivo teledirigido... Cuando las mareas suben, es el momento de salir en canoas, de hacer submarinismo, de salir a navegar...  Y os cuento todas estas actividades porque las he visto a lo largo de los días y dependiendo precisamente de las mareas.

Pero voy al grano. Hoy era crucial saber los horarios de las mareas. En las primeras tres horas tenía que cruzar dos bahías, que sólo se pueden cruzar cuatro horas al día, aprovechando las horas de marea baja, a través de un camino de tablones de madera y piedras. Aquí todo el mundo tiene su tabla de mareas en casa, o la consulta en internet o está expuesta en el pub del pueblo. Si no conseguía cruzar esas bahías en marea baja, la alternativa era hacer en total casi 10 kilómetros adicionales, lo que suponía hacer hoy finalmente casi 36km. Y no estaba dispuesto, entre otras cosas, porque no creo que hubiera podido.

Ayer ya me informé, y parecía que la hora de marea más baja sería en torno a las 13:30, pero yo, que ya no me fio de nada, me he plantado en la bahía a las 9 de la mañana. Y efectivamente, lo que era seguro era que a las 9 no se podía cruzar.



En la foto puede parecer que estaba cerca la otra orilla, pero os aseguro que había más de metro y medio de profundidad. Así que allí he estado esperando dos horas, tiempo en el que he podido disfrutar de la increíble colección de diminutas conchas y caracolas que había en la playa. He cogido en una bolsa unas cuantas, porque me han parecido preciosas.



Poquito a poco, la marea ha ido bajando en esas dos horas, dejando al descubierto primero, una pequeña pasarela de madera, y después, varias rocas que finalmente me permitirían cruzar la primera de las bahías. La alternativa en este caso eran cuatro kilómetros por carretera.



Dos horas después, con la marea todavía baja he alncanzado Sandy Haven, la otra bahía que debìa cruzar por otra pasarela y también rocas sobre el agua, si no quería hacer en este caso, otros seis kilómetros. No ha habido ningún problema y he llegado en el tiempo perfecto para cruzar, con control absoluto ya sobre los horarios. Sí señor, de la noche a la mañana convertido en un auténtico experto en mareas. Para poner en el curriculum... ;) Las siguientes dos horas, han transcurrido con normalidad. Nada destacable, pero me sigue llamando la atención que algunos cultivos de cereal todavía estén verdes. No tengo ni idea qué tipo de cereal es, quizás lo más probable es que sea avena, pero ya sabéis que soy chico de ciudad y cuando salgo de ella sólo distingo vacas, caballos y ovejas, Si me sacas de ahí, estoy perdido...



Al principio os decía que había sido una etapa diferente por dos razones, y os hablaba de la primera, las mareas. La segunda es la industria. Sí, he llegado hoy a la zona con más industria del recorrido, en concreto, enormes refinerIas de petroleo y plantas de gas natural licuado. Se ven desde todos los ángulos, caminas junto a ellas, e incluso pasas por debajo y por encima de sus conductos hacia el mar.



Es evidente que los acantilados, paisajes rocosos y playas desiertas de los días anteriores no se pueden comparar a esto, pero reconozco que me gusta este entorno y que tiene su encanto. Al final la cabra tira al monte... Pero lo que no me esperaba ha sido lo que me he encontrado cuando estaba a unas dos horas de Neyland. De repente, ahí estaba. Sin duda el peor momento
desde que llegué a Gales. Estoy preparado para caminar con dolor, para escalar aunque sea con las uñas la pared de un acantilado, o para soportar el barro, el viento y la lluvia de los primeros días, pero esto sí que era inesperado. Enfrente de mi, un puente de tramex, esa maldita estructura de rejilla metálica por la que puedes ver todo lo que hay debajo, y que en este caso cruzaba a gran altura por encima de una carretera y unos geseoductos. Y YO TENGO VÉRTIGO. Sí, amigos, puedo caminar a escasos centímetros de un acantilado de cien metros de altura, montar en globo o asomarme al balcón de un piso 20, pero NO puedo cruzar esructuras elevadas donde se vea lo que hay abajo porque me entra un vértigo terrorífico.



Serían no más de 25 metros de puente, que he tardado más de dos minutos en cruzar, con los ojos completamente cerrados hasta el final, agarrado con las dos manos a la reja lateral, y pisando siempre por el tablón azul de la izquierda. Lo he pasado realmente mal. Sé que a la mayoría le puede parecer un poco exagerado, pero no os podéis imaginar el pánico extremo que tengo a estas cosas. En fin, un reto más superado...

Pero este mal momento ha quedado olvidado con creces cuando he legado a la casa donde hoy me hospedo. El otro día os dije que estaba en una mansión, pero por desgracia en las mazmorras. Hoy estoy en una enorme casa de película de Hollywood sobre la costa, con una habitación enorme en el primer piso, y con un baño en otra habitación independiente para mí solo como nunca había tenido hasta ahora. Tengo también albornoz, zapatillas de baño... La foto engaña, os aseguro que la bañera es gigantesca, y el resto que no se ve, es alucinante.



Pero el resto de la casa que me han enseñado los dueños es para caerse de espaldas. Sólo su habitación, con grandes ventanales a toda la costa y el puerto, es ya casi tan grande como mi piso. 
Por si fuera poco, y como los restaurantes estaban cerrados por ser domingo, me han acercado en coche a unos pocos kilómetros para que pudiera cenar en un sitio que era el único abierto. El lugar, espectacular, y la comida, también.



Además, sentados junto a mí en la mesa de al lado había un variopinto grupo de cuatro personas con los que he mantenido una larga conversación durante la cena. Curioso grupo. Dos hombres de origen escocés, pero que por circunstancias de la vida acabaron viviendo en Gales, una mujer irlandesa, que sigue viviendo allí, y un hombre de origen galés y que vive en California. Por cierto, que este último hombre y mi tío Javier son como dos gotas de agua, no daba crédito. 

Pues después de cenar un buen bistec de ternera a la pimienta, he salido fuera a hacer una última foto del mastodóntico viaducto sobre la bahía que mañana cruzaré andando. Aquí sin vértigo, y es que mi vértigo es muy selectivo.



En definitiva, un día diferente al resto completado con una perfecta tarde en la que he llegado al que es sin duda el mejor alojamiento hasta ahora (y curiosamente, uno de los más baratos) y concluido con una cena perfecta en buena compañía. Pues nada, no se puede pedir más. Bueno sí, un poco de mejoría para mis pies... please.


Quereros mucho y cuidaros. Hasta mañana.

domingo, 22 de julio de 2012

Menos mal que estaba Paul

Sábado 21/07/12. Etapa 7. Broad Haven - Dale. 32,5 km recorridos. Tiempo ruta: 9h 02m.

Larga, muy larga, larguísima jornada. Por momentos se me ha hecho interminable, y por si fuera poco, me he quemado cara, cuello y brazos con el sol. ¿Quería sol?, pues ¡toma sol!. Sí, ya sé lo que pensáis, pero es que la crema protectora con el sudor se me va a los cinco minutos porque ya os dije que yo no sudo, chorreo, pero no os preocupéis (esto va por tí mamá) que me he comprado nivea hidratante para después de las caminatas. No creo que impida que se me caiga la piel a tiras (cosa que ya está ocurriendo esta mañana), pero al menos me calma bastante el escozor.

Hoy reconozco que estoy muy cansado y no tengo muchas ganas de escribir. Qué le vamos a hacer amigos, prefiero ser honesto, así que la crónica puede sonar un poco anodina, pero allá vamos.

Quería comenzar comentando que hay una barrera  psicológica que hay que cruzar en estas etapas largas, o al menos me ocurre a mí, que está habitualmente alrededor de las cinco horas. En ese momento, siempre me vengo un poco abajo. Miro el reloj y me pregunto cómo es posible que aún me queden otras tres o cuatro horas. Finalmente, siempre supero este bajón moral, porque sino no estaría escribiendo esto, pero es inevitable pasar por este punto de incertidumbre en el que se pasa realmente mal.

Como os digo, me he repuesto, como de costumbre, y cuando llevaba seis horas y pico, he pasado literalmente a diez minutos de mi alojamiento. Este camino es así. El pueblecito de Dale se encuentra en la parte estrecha de una península, y pasas justo a 400 metros del lado oeste del pueblo descendiendo la ruta de la costa en dirección sur, para después de casi otras tres horas llegar al mismo destino subiendo hacia el norte por el lado este. Podría haber hecho trampas, al fin y al cabo nadie me obliga a hacer toda la ruta, pero he decidido continuar. No tengo dudas. Si en algún momento no puedo seguir por razones físicas, atajaré, cogeré un bus, pararé... pero para eso tendré que estar muy jodido, y de momento solo estoy... bastante jodido, por lo que todavía me queda algo de gasolina.



Mi mayor problema hasta ahora lo he tenido en la anterior jornada y lo he seguido sufriendo hoy. Ampollas. Sí, algo bastante poco habitual en mis pies. Ya llevaba algunos días sintiéndo molestias, pero ayer llegué cojeando ostensiblemente con una enorme ampolla en el pie derecho completamente llena de sangre y de líquido, y otra en el izquierdo aunque de menor tamaño pero igual de dolorosa, así que era urgente pincharla como fuera e intentar vaciarla y secarla para poder continuar los siguientes días. No están en los dedos, ahí tengo otros problemas, sino en la planta del pie, exactamente con la parte con la que el pie hace el último impulso para dar el siguiente paso.

Voy a hacer un inciso para contaros mi experiencia ayer tarde con los "vigilantes de la playa" con el tema de las ampollas. Como tenían un puesto allí cerca de mi alojamiento, fue lo primero que se me ocurrió. Había tres chavales muy rubitos, muy uniformados, muy preparados... Lo primero que hice fue explicarles el problema y pedir una simple aguja. Uy, uy, uy, malas caras. Tras hablarlo entre ellos como si fuera el cónclave para elegir al Papa, uno de ellos salió de la caseta con unas... ¡¡¡tijeras!!! Y además eran malísimas, y lo peor, es que me las entregaron para que lo hiciera yo mismo, ya que ellos sólo estaban autorizados como mucho a ponerme la tirita una vez que yo me hubiese reventado la ampolla. Os juro que es la transcripción literal de la situación. En fin, como os podéis imaginar, no pude hacer nada con las tijeras, pero claro, el espectáculo de los "baywatchers" no había acabado todavía. Antes de irme - igual que había venido - me dieron un último consejo, y me dijeron que fuera a una tienda de pescadores donde vendieran... ¡¡¡anzuelos para pescar!!!. De película. Al final, en el B&B, me dejaron lo que pudieron. No tenían aguja, que siempre es lo mejor, pero sí una navaja suiza, que al menos estaba bien afilada, y pude finalmente hacer una pequeña incisión para evacuar todo el líquido. Después de extraer todo lo que pude, dejé el pie al sol una hora para secar la ampolla. Hoy he ido un poco mejor, pero no está curada del todo y el dolor de nuevo va a más según pasan las horas. Esperemos al menos que no vaya a mucho más, no sea que la próxima vez me digan que pruebe con una taladradora con broca para ladrillos...

Pues eso, al final he llegado, con una cojera más que evidente, a Dale, un pequeñisimo pueblo junto a una pequeña bahía.



Allí he llegado tras más de nueve horas. Agotado y con el pie muy dolorido me he dado como siempre una larguísima ducha y me he tumbado un rato en la cama a escribir antes de ir a cenar. Las duchas que me doy cada día al llegar a mis alojamientos no bajan nunca de los 15 minutos. Yo, acostumbrado a no estar más de 2 o 3 minutos en casa, aquí a veces incluso me siento en el suelo de la ducha y me quedo medio dormido bajo la lluvia de agua caliente. Es sin duda, el mejor momento del día.

Poco antes de las 8 de la tarde me he dirigido al único pub local a cenar, que está justo junto al puerto donde amarran unas cuantas embarcaciones pequeñas.



Para mi sorpresa, había un cierto ambiente festivo. Hasta ahora, aunque he cenado en muchos pubs locales, y siempre estando solo, nunca me he sentido fuera de lugar. Esta vez, desgraciadamente sí. Hecho polvo y con ganas de sentarme tranquilamente a cenar me he encontrado con varias docenas de personas bebiendo (cómo no) cerceza junto al muelle, música, y unos cuantos chavales un poco borrachos.



La verdad es que estaba completamente fuera de juego, hasta que afortunadamente ha llegado Paul. Me ha llamado la atención porque estaba también apoyado en el muro junto al muelle, pero estaba solo con su pinta de cerveza. No hemos tardado mucho en iniciar una conversación. ¡Qué gran tipo! No creo que supere los 55, pelo blanco, ojos azules, 1,80 y sonrisa de buen tipo. Me contó que ya está jubilado desde el año pasado. No he preguntado las razones de tan pronta jubilación, pero es evidente que no le tocaba. Sí me contó que trabajaba como maquinista en el tren que lleva de Swansea a Paddington, que curiosamente es el que yo voy a coger dentro de unos días. Coincidencias de la vida.

Ha llegado hasta Dale en un pequeño bote (nada que ver con el Lynne del que os hablé días atrás) desde Swansea para pasar un par de días tranquilo. Ha sido una charla muy animada y muy interesante. El año pasado, tras su divorcio, se fue a recorrer sudamérica durante 5 meses. En ese tiempo estuvo principalmente en Colombia, Ecuador y Perú, aunque también recorrió la cuenca del Amazonas. Dice que le trataron de maravilla y que volvió enamorado completamente de la cultura sudamericana y su mezcla e influencia con la cultura española heredada. Eso sí, nada de lujos, todo de manera bastante humilde. No tiene pinta Paul precisamente de ricachón. El caso es que dice que el viaje le ha cambiado mucho, y lo que son las cosas, al volver a Swansea, y a los pocos días, conoció a la que hoy es su novia. Estaba en un pub local, manteniendo una conversación en un pub sobre la parte de su viaje en la que estuvo en Brasil, y había una chica brasileña cerca que se interesó lógicamente por el tema. El resto, pues ya sabeis, una cosa lleva a la otra... y ahora están juntos. Seguramente si no hubiera hecho el viaje, no la hubiera conocido. Y es que decía Albert Eisntein que para obtener resultados diferentes hay que hacer cosas distintas...

Paul me ha invitado a un par de cervezas, y me ha hecho pasar una tarde muy agradable, que estaba destinada a ser un poco incómoda para mí. A las ocho y media, nos hemos despedido porque yo tenía que cenar y el volvía a su bote. Ha sido un apretón de manos fuerte, honesto y reconfortante. Su sonrisa, insisto, decía algo bueno de él. Muy bueno.

Finalmente, en el pub me han dicho que la cocina ya estaba cerrada (a las 20:35!!!!!) y solo han podido hacerme unas patatas. Menos es nada...



Pues nada más, estoy roto, así que os dejo con el cartel que cuelga encima de la entrada de mi habitación.



Sed buenos. Sed felices.

sábado, 21 de julio de 2012

El buen alemán y la puesta del sol

Viernes 20/07/12. Etapa 6. Solva - Broad Haven. 20,1 km recorridos. Tiempo ruta: 5h 51m.

Me despedía ayer diciendo que posiblemente os hablaría de los dueños de la casa donde me alojé para dormir. La casa no es una casa. Es una mansión de las que salen en las portadas de las revistas. Impresionante. No, mejor dicho, IMPRESIONANTE. Nada más llegar ayer por la tarde, Lynne me hizo pasar a un salón que parecía sacado de una serie ambientada a principios del siglo XX y me sirvió un té como manda el protocolo.



Allí charlamos largo y tendido, y me contó que ella y su marido están retirados, y acababan justo de volver la semana anterior de un viaje de dos meses por las islas griegas con su barco. Sí, con su barco, porque parece ser que tienen un barco, y además es enorme (ella misma lo dijo). Como soy muy diplomático y sé cómo hacer algunas preguntas sin parecer maleducado, conseguí finalmente averiguar de donde procede su altísimo nivel de vida. Ella era una experta en temas informáticos cuando la informática comenzaba a ser un boom. En un momento dado llegó a montar una empresa que fue la primera en distribuir SolidWorks en en norte de Europa, un software de ingeniería y diseño muy potente en la época. Y así son las cosas. Estar en el sitio justo en el momento adecuado. La empresa funcionó extremadamente bien, y Lynne la vendió sacando por ella un altísimo rendimiento. Luego me contó que trabajó como asesora en consultorías europeas relacionadas con programas de CAD (diseño asistido por ordenador), etc, y finalmente el retiro y... ¡a vivir!

Pues hasta ahí la historia de Lynne. Quizás no os parezca muy interesante pero creo firmemente que todas las personas tienen historias que contar, y siempre que puedo, intento conocer la de la gente que encuentro. Creo que enriquece mucho saber sobre otras experiencias, otras vivencias...

En fin, el caso es que poco después, cuando me llevó a la habitación, mi decepción fue bastante grande. En primer lugar, tuve que salir de la mansión para entrar a mi cuarto porque estaba... ¡justo debajo! Era como la entrada a una mazmorra, con un ventanuco dentro a una altura más baja incluso que la calle. Lo único interesante es la llave y la puerta, pero una vez dentro... :(  En fin, al menos esta mañana he podido volver de nuevo a la mansión para el desayuno (espectacular) y además he podido tomarlo en otro salón señorial, con una vajilla que tengo la impresión que lo mismo tiene 100 años. Pues eso. Grandes contrastes, porque no todo va a ser perfecto, y en el blog hay que contar lo bueno... y lo malo.



En cuanto a la caminata de hoy, sin duda ha sido la mejor, y el tiempo, el más agradable con diferencia desde que llegué aquí. Este clima estupendo me ha permitido por primera vez hacer todo el recorrido de la jornada en manga corta, que ya era hora. Ya me veía de vuelta a casa dentro de unos días con la cara abrasada y los brazos de un blanco inmaculado...

No sé por cuantas playas he podido pasar en los últimos tres días. ¿Veinte? ¿treinta?. Las hay de todos los gustos. De rocas, de arena negra, de arena blanca, con cuevas, con arcos naturales, con pozas, con ríos que desembocan en la playa, pequeñas, medianas, kilométricas... Luego están las accesibles con coche (muy pocas), las accesibles por caminos andando (unas cuantas), y las completamente inaccesibles (la mayoría).








Hoy he llegado, después de un par de horas de salir de Solva, a la playa más grande de todo Pembrokeshire. Casi cuatro kilómetros que he podido recorrer íntegramente por la arena, y es que he tenido suerte porque la marea estaba muy baja (ya os hablaré de las mareas en breve, porque es crucial algunos días controlar los horarios de mareas para la ruta). Como siempre, y a pesar de hacer el mejor día hasta ahora, lo de bañarse sigue siendo complicado... pero os aseguro que he disfrutado muchísimo caminando y haciendo todas las fotos y videos que os podáis imaginar. ¡Qué playa! ¡Qué playas!






Aprovecho hoy, amigos, que estoy más relajado, para hablaros de un hombre. No os había mencionado a John hasta ahora. Bueno, no os he dicho muchas cosas porque tendría entonces que dedicar todo el día a escribir y no me daría tiempo a caminar. El caso es que hoy es el tercer día consecutivo que he coincidido con él en el camino. John es alemán, tiene 65 años, rostro castigado por el sol, pelo blanco y barba, aunque no excesivamente larga. Usa gafas que no se quita nunca, y parecen a simple vista de bastante graduación. John no es un gran hablador, pero parece un buen hombre. Realiza las etapas despacio, siempre sólo, a ritmo sosegado y tranquilo. John jamás tiene prisa. Siempre que nos encontramos tengo la impresión que su mirada transmite cierta tristeza. No sé, seguramente me equivoque, pero no puedo evitar pensar en ello.

En nuestras breves charlas he llegado a averiguar que ha recorrido multitud de rutas por toda Europa. Escocia, Republica Checa, Gales, Turquía y un largo etcétera que me llevaría varias líneas. Sé que está jubilado y que su mujer, jardinera, nunca le acompaña en sus rutas. También tiene un hijo en proceso de divorcio, y dos nietos. Sé qué es profesor de alumnos adolescentes, y me ha dicho que no fue fácil. Y poco más, porque no le gusta nada hablar de sí mismo. Pero sí puedo decir que nuestros encuentros han pasado de ser fríos a ser un motivo para sonreír durante la ruta.



Hoy hemos coincidido hasta tres veces. La primera vez porque él ha salido antes de Solva, y casi dos horas después le he alcanzado, como ha ocurrido otros días. Son conversaciones muy breves siempre, y aunque al principio acababan con un "bye, enjoy your walk" como si no nos fuéramos a ver otra vez, ahora acaban con un "see you later John". La segunda vez que nos hemos visto me ha alcanzado él, y ha sido cuando hemos llegado a la enorme playa de la que os hablaba arriba, en Newgate, donde estaba yo sentado en una terraza (la única que había) disfrutando de una rica coca cola al sol, que hoy sí calentaba un poco. Otra breve charla para saber que John se aloja casi siempre en albergues, donde comparte habitación con otros caminantes, o bien turistas de paso, aunque comenta que suelen estar medio vacíos. No parece John un hombre dado a grandes lujos. Ropa sencilla, aspecto humilde, y de nuevo esa mirada que no me quito de la cabeza. La tercera y última vez que hemos coincido hoy ha sido debido a un error de ambos. Al final de la playa y después de recorrer varios kilómetros por ella hemos llegado los dos al mismo punto en el que no había salida posible al sendero. Bueno, sí había, claro, haciendo la cabra por las rocas y la empinada pared del acantilado. Pero si John no se iba a echar atrás, desde luego yo tampoco. Al final, no os voy a engañar, no ha sido tan difícil, pero ha habido un momento en el que John casi se cae. Le he tendido la mano, pero no ha querido la ayuda y con un grandísimo esfuerzo ha conseguido subir él solo hasta el camino marcado. He entendido perfectamente su necesidad de hacerlo solo. Seguramente para él también es un reto cada día de ruta, cada subida, cada kilómetro bajo la lluvia. Quizás incluso más importante de lo que yo pueda pensar. Por eso no le he dado importancia, y he esperado simplemente a que volviera al camino, y con una sonrisa nos hemos vuelto a despedir por enésima vez...

Y aquí estoy amigos, ya en Broad Haven, donde tengo una pequeña habitación desde la que veo (y oigo) el mar, en la primera línea de una, cómo no, espectacular playa. En la foto podéis ver unas casitas junto a la playa. Pues allí estoy. Como un marqués. Hoy es uno de esas tardes en las que creo que me gustaría quedarme por aquí al menos dos o tres días más y no caminar, pero nadie dijo que esto fuera fácil.



Y por primera vez desde que estoy en Gales, voy a ver una puesta de sol. Hace bastante frío ya, pero la espera seguro que compensa el espectáculo que estoy a punto de contemplar, y vosotros conmigo.









Besos y abrazos para todos. See you tomorrow... :)